sábado, 19 de diciembre de 2009

Las Nueve Musas


Según la versión más aceptada, las Musas fueron las nueve hijas de Zeus y Mnemosine, la memoria. En los festines de los dioses las Musas cantaban, y Apolo les hacía acompañamiento con la cítara. Se dice que bajan a la tierra y buscan a los hombres cuya inspiración han de alimentar. Estos hombres privilegiados oyen entonces sus voces y las toman como ideas y pensamientos propios, de los que ellos mismos son a veces los primeros en sorprenderse.
Antiguamente, las Musas eran sólo 3, dedicadas a la meditación, la memoria y el canto. Luego acabó consolidándose en toda Grecia el número de nueve. Homero menciona unas veces a una Musa (singular) y otras a unas Musas (plural), pero sólo una vez dice que eran nueve, sin mencionar ninguno de sus nombres. Hesíodo es el primero que da los nombres, y a partir de entonces pasaron a ser reconocidos.
Al principio, las nueve Musas contribuían todas en común a fomentar la inspiración de los hombres. Después, cada una de ellas presidió determinadas funciones:
- Calíope: Es la más augusta de las nueve y la principal. Musa de la poesía épica y heroica, y protectora de la elocuencia. Es la musa de los grandes poetas. Su nombre significa “la bella voz” y era representada con una corona de laurel.
- Tepsícore: Musa de la danza y protectora de este arte. Llamada “la amante del baile”, era representada con sus pies ligeros ejecutando un compás aéreo.
- Erato: “La adorable”, musa de la poesía romántica y protectora del amor, se la representaba con una lira.
- Talía: Musa de la comedia y la poesía pastoril, y protectora del teatro. La llamaban “la festiva”. Sostenía un báculo, una máscara de pastor y llevaba una corona de flores salvajes.
- Urania: “La celeste”; musa de la Astronomía y la Filosofía, protectora de las constelaciones; sostenía instrumentos matemáticos, mostrando su amor por las ciencias exactas.
- Clio: “La que da la fama”; musa de la Historia y protectora de las Bellas Artes, recordaba todas las acciones grandiosas y heroicas con los nombres de sus autores. Se representaba con una corona de laurel, un libro y una pluma.
- Euterpe: Musa de la música instrumental y protectora de los intérpretes. “La encantadora”, o “Señora de la Canción”, era representada con una flauta y guirnaldas de flores fragantes y frescas.
- Melpómene: “La celebrada en cantos”; musa de la tragedia y protectora del arte lírico. Llevaba una corona de oro, empuñando una daga y un cetro.
- Polimnia: Musa de la memoria y el arte mímico, protectora de los actores. Su nombre significa “la de variados himnos”. También musa de la Retórica y de los Himnos, sostenía un cetro para mostrar que la elocuencia con un dominio sin oposición.
Se decía que el macedonio Píero fue uno de los primeros en introducir la adoración a las nueve Musas al pie del Helicón. Allí había un templo y estatuas donde se celebraba el festival de las Musas en el Helicón, llamado Museia. El monte Parnaso estaba también consagrado a ellas, como la fuente de Castalia, cerca de la cual tenían un templo.


En la foto de arriba a la derecha se encuentra Apolo (dios reconocido como dios de la luz y el sol; la verdad y la profecía,el tiro con arco,la música,la poesía y las artes,aunque hay más)y las nueve musas.

martes, 3 de noviembre de 2009

Argos,los ojos del pavo real


El mito de Argo procede de la mitología griega y ha llegado a nosotros mediante la forma latinizada Argos. Algunas fuentes indican que este imponente ser poseía cuatro ojos, dos que miraban hacia adelante y dos que lo hacían hacia atrás; otras sostienen que tenía múltiples órganos visuales dispersos por todo su cuerpo; y la versión más popular afirma que la cantidad exacta de ojos eran cien, pero no era sólo esto lo que lo hacía único, sino que mientras dormía la mitad de esos ojos permanecían despiertos lo cual le otorgaba la facultad de poder verlo todo.
Obedecía las órdenes de la diosa Hera, para quien era el vigía perfecto. De todas las tareas encomendadas, dos fueron las que más han trascendido: terminar con la Equidna, monstruo con cuerpo de mujer y cola de serpiente devorador de transeúntes, y controlar a la sacerdotisa en la que Zeus, marido de Hera, había puesto toda su atención.
La vigilancia de Argos era tan perfecta que el dios no podía acercarse a la deseada Io. Naturalmente, esto lo enfureció tanto que Zeus ordenó a Hermes que terminara de una vez por todas con el perfecto centinela y la vida de este llegó efectivamente a su fin.
¿Cómo fue asesinado Argos?, se preguntarán muchos de ustedes. Existen distintas versiones sobre el mismo hecho. En algunas, Hermes lo ejecuta con varias pedradas. Personalmente creo que esta es la menos creíble ya que coincide con la versión de Argos de cuatro ojos, mencionada al comienzo del artículo.
En otras, Hermes, por la noche, mientras Argos descansaba. habría dormido a los ojos que permanecían en estado de alerta utilizando la flauta de Pan o su propia vara. Una vez que Argos se encontraba totalmente inmerso en un sueño inducido, lo asesinó decapitándolo.
Hera al enterarse de que su esposo se encontraba detrás de la muerte de su más fiel guardián decidió vengarlo y vengarse castigando a la joven doncella Io. Luego, se acercó al cadáver de Argos, arrancó todos sus ojos y los depositó en el plumaje del pavo real para que todos los que lo vieran desplegarlo recordaran al fiel sirviente, ahora inmortal, y el injusto final que el destino le tenía reservado.
Por cierto, el cuadro que ilustra este texto es de Rubens. Podemos observar en él una de las escenas de la mitología que más conmovió al artista, el momento en el que Hera con dedicación y con ayuda de un cortejo, deposita ojo por ojo de su leal asistente en las plumas de un pavo real.
Mi agradecimiento a Dora por su colaboración en este mito,gracias

jueves, 8 de octubre de 2009

Dioses de la mitología (documental)

Capítulo 1

Capitulo 2
Espero que os guste

Pegaso,el caballo alado de la mitologia griega


Allá donde pisaba Pegaso, el agua brotaba mágicamente de su huella…
Pegaso era un caballo blanco con alas, nacido del encuentro entre Poseidón, el dios griego del mar y de los caballos, y Medusa, una de las tres Gorgonas. Cuando Perseo, mitad dios por tener a Zeus como padre, acabó con su vida tras una lucha cruenta, Pegaso nació del cuello de la Gorgona, al igual que su hermano, el gigante Crisaor, y al salir batiendo sus alas se elevó, momento en que aprovechó Perseo y subiéndose a él, escapó de las otras dos Gorgonas. Así nació Pegaso.
Su nombre, Pegaso, o Pegasus, proviene de Pagé que significa en griego “manantial”. Este fabuloso caballo, indomable, que volaba moviendo las patas como si corriera sobre el mismo aire, poseía el poder de hacer surgir agua allí donde pisase y poseía, además, un carácter indomable que lo convirtió en reto para aquellos que ansiaban tenerlo bajo su mando. Como, por ejemplo, Belerofonte.
Belerofonte, héroe griego hijo del Rey Glauco de Corinto, vivía obsesionado con capturar a Pegaso hasta que una noche Atenea, diosa de la razón, regaló una solución al ansioso héroe para capturar al rebelde caballo alado: una brida de oro que le permitiría domarlo. Y funcionó, convirtiéndose así Pegaso en el compañero de las hazañas mitológicas que más tarde llegarían. Ahora bien, un día Belerofonte quiso más, quiso convertirse en dios y llegar montado sobre el corcel hasta el mismo monte Olimpo. Zeus ante tal osadía mandó a un pequeño insecto a que picara a Pegaso, (otros cuentan que fue un rayo lo que le envió). Este, al sentir la punzada, se revolvió de tal manera que el pretencioso héroe corintio cayó al suelo quedando lisiado de por vida. Así Pegaso consiguió escapar de él y alejarse batiendo sus alas.
Por fin Pegaso volvía a volar en libertad. Pero cierto día ocurrió que en el monte de nombre Helicón se celebraba un concurso de preciosas voces. Tan bellas eran que el monte se fue elevando hacia el cielo sin control ninguno. Ante esto Poseidón mandó a Pegaso a dar un coz a la montaña para parar su exorbitado crecimiento, orden que fue cumplida. Ahora bien, donde Pegaso golpeó nació una fuente, la Fuente Hipocrene, fuente consagrada a la inspiración que proporcionan las Musas.
Además, Zeus lo nombró portador del rayo y del trueno, símbolos máximos de su poder, y el encargado de conducir el carro de Aurora, que con su paso anuncia día, antes del amanecer, la llegada de su hermano Helios, que no es otro que el Sol. Con el paso del tiempo, Zeus lo convirtió en una constelación formada por cuatro magníficas estrellas brillantes en forma de cuadrilátero.

El mito de Cástor y Polux,los Dioscuros


Plutarco dijo un día de los Dioscuros que “no navegan con los hombres, no comparten sus peligros, pero aparecen en el cielo y son sus salvadores”, y es que probablemente, como Cástor y Pólux, no hay hermanos más bien avenidos ni que figuren con más leyendas después de muertos que en vida.
Fueron hermanos gemelos, nacidos de la misma madre, Leda, pero de distinto padre. Cuenta la leyenda que Leda yació en la misma noche con su esposo Tindáreo, rey de Esparta, de quien engendró a Cástor y Clitemnestra, y con Zeus, con quien creó a Pólux y Helena, lo que confirió al segundo de los hermanos su carácter inmortal.
Ambos nacieron de dos huevos que puso Leda, y es por eso que a los Dioscuros se les representa frecuentemente como a dos bellos jóvenes desnudos que lucen un yelmo en forma de cáscara de huevo y con una estrella adornándola.. Y puede también que sea esa fuerte unión hermana, junto con su disparidad de carácteres las que los hicieron identificarlos con la Constelación de Géminis, constituida en la realidad de dos estrellas que brillan sobre todas las demás.

Sea como sea, los Dioscuros siempre han velado por los navegantes y han sido honrados tanto en la mitología griega como en la mitología romana.
Volviendo a su historia, cuenta ésta sus enfrentamientos con los mesenios. Eran los reyes de Mesenia hijos de Afareo, hermano de Tindáreo, padre de Cástor, y por tanto, primos de los gemelos. En uno de esos enfrentamientos, en el monte Taigeto, el héroe Cástor, el mortal de los dos gemelos, cayó mortalmente herido. Roto de dolor Pólux, el inmortal, pidió a su padre Zeus la venia de que Cástor pasara un dia en el Olimpo, para luego él visitarlo en el Hades. Y así se hizo.
Su leyenda se perpetuó después de su muerte, acrecentándose. Dicen que en futuras luchas entre mesenios y espartanos, se aparecieron los Dioscuros decantando la batalla del lado espartano; como también se cuenta que en la batalla de Egospótamos, contra los atenienses, un ejército muy inferior de espartanos fue capaz de derrotarlos con la ayuda de ambos hermanos.
Pero es su leyenda más popular la que los liga a la futura Helena de Troya, la misma que más adelante raptara Paris, ocasionando la Guerra de Troya. Helena había sido raptada en esta ocasión por Teseo, rey ateniense. Puesta bajo la custodia de su madre, Etra, Teseo y su amigo Piritoo se dirigieron a los infiernos para raptar también a Perséfone, pues ambos habían jurado casarse con hijas de dioses. Sin embargo, aquel momento lo aprovecharon Cástor y Pólux para, con un ejército, asaltar el reino de Teseo en su ausencia. Recuperaron a helena, capturaron a Etra, madre de Teseo, y echaron del trono a su hijo, colocando como nuevo rey a Menesteo.
Su importancia y la creencia en su salvaguardia llegó a ser tan importante que en Esparta el culto a los Dioscuros se popularizó, adoptándose incluso en el oráculo de Delfos, y pasando de ahí a la legendaria Roma. Allí se les consagró un templo en el Foro, y era desde sus escalinatas desde donde los senadores se dirigían al pueblo.

viernes, 2 de octubre de 2009

El mito de Adonis


El mito griego de Adonis resulta profundamente cautivante. Desde su nacimiento, como producto de un amor incestuoso, hasta la rivalidad que su belleza despertó entre dos de las diosas más importantes


El mito comienza con Tías, rey de Siria, cuya hija Mirra poseía una belleza de la cual estaba tan orgulloso que solía decir que ni la propia Afrodita era tan hermosa como ella. Pero la diosa Afrodita, en venganza, impulsó a Mirra a desear en incesto a su propio padre.(Otras versiones dicen que el rey la había tenido encerrada en el palacio toda su vida, por lo que la joven sólo había conocido a un hombre: su padre, y por ende, se había enamorado de éste).
Sea cual sea la versión, Mirra llevó a cabo un plan con la ayuda de su nodriza Hipólita, haciéndole creer al rey que una desconocida ardía de deseos por él, y ofreciéndole encuentros apasionados con una condición: no revelar su identidad. El rey se entregó al ciego deseo de su amante, pero luego de doce noches, descubrió que se trataba de su propia hija y la persiguió buscando su muerte.
Mirra escapó, implorando la protección de los dioses que, para protegerla, la convirtieron en el árbol que se conoce como “mirra“. Se dice que cuando caen las hojas del árbol, en realidad se trata de las lágrimas de la princesa…
Pero pasó el tiempo y el árbol comenzó a hincharse, y a los nueve meses, surgió un bellísimo niño: Adonis. Afrodita se sintió enternecida por el niño, lo recogió y se lo entregó a Perséfone, diosa del Hades, para que lo criara. Y Adonis creció junto con su belleza, por lo que Perséfone se enamoró de él.
Afrodita quiso recuperarlo para ella, pero la diosa del Inframundo se negó. No quedó otra opción que apelar a Zeus, cuya decisión fue que Adonis viviese un tercio del año con cada una de ellas y que el resto lo pasara donde él quisiera. Adonis prefería a Afrodita y vivía junto a ella siempre que le era posible.
Pasaba este bello joven su existencia dedicado a la caza en el monte Líbano, hasta que un día Ares, dios de la guerra y amante de la diosa, (otras versiones dicen que fue Apolo), lleno de celos, se convirtió en jabalí y lo mató a cornadas. Cuando la diosa Afrodita llegó junto a Adonis, éste ya estaba agonizando. Lo tomó en sus brazos y allí donde las gotas de sangre tocaban la tierra surgía una anémona. Adonis descendió al Hades, pero Afrodita fue a ver a Zeus y le suplicó que éste no tuviese que pasar su eternidad con Perséfone en el Inframundo. Zeus decidió que lo más justo sería que Adonis pasara una mitad del año con ella y la otra mitad en el Hades, y así fue, desde entonces y para siempre…
El mito de Adonis encuentra su referente en los cambios de estación, pues su reencuentro con Afrodita marca el inicio de la primavera y el renacer de la naturaleza, mientras que su regreso al Inframundo con Perséfone da inicio al otoño y el invierno
En la imagen de arriba se encuentran Afrodita y Adonis

martes, 29 de septiembre de 2009

La leyenda de Eco y Narciso

Eco era una ninfa que habitaba en el bosque junto a otras ninfas amigas y le gustaba cazar por lo cual, era una de las favoritas de la diosa Artemisa.
Pero Eco tenía un grave defecto: Era muy conversadora. Y además en cualquier conversación o discusión, siempre quería tener la última palabra.
Cierto día, la diosa Hera salió en busca de su marido Zeus, al cual le gustaba divertirse entre las ninfas. Cuando Hera llegó al bosque de las ninfas, Eco la entretuvo con su conversación mientras las ninfas huían del lugar.
Cuando Hera descubrió su trampa la condenó diciendo:- Por haberme engañado, a partir de este momento pederás el uso de la lengua. Y ya que te gusta tanto tener la última palabra solo podrás responder con la última palabra que escuches. Jamás podrás volver a hablar en primer lugar.
Eco, con su maldición a cuestas se dedicó a la cacería recorriendo montes y bosques. Un día vio a un hermoso joven llamado Narciso y se enamoró perdidamente de él. Deseó fervientemente poder conversar con él, pero tenía la palabra vedada. Entonces comenzó a perseguirlo esperando que Narciso le hablara en algún momento.
En cierto momento, en que Narciso estaba solo en el bosque y escuchó un crujir de ramas a sus espaldas y gritó:- ¿Hay alguien aquí?
Eco respondió: -Aquí.
Como Narciso no vio a nadie volvió a gritar: -Ven
Y Eco contestó: -Ven
Como nadie se acercaba, Narciso dijo:- ¿Por qué huyes de mí? Unámonos
La ninfa, loca de amor se lanzó entre sus brazos diciendo:- Unámonos
Narciso dio un salto hacia atrás diciendo:- Aléjate de mi! Prefiero morirme a pertenecerte!
Eco respondió: -Pertenecerte.
Ante el fuerte rechazo de Narciso, Eco sintió una vergüenza tan grande que llorando se recluyó en las cavernas y en los picos de las montañas. La tristeza consumió su cuerpo hasta pulverizarlo. Solo quedó su voz para responder con la última palabra a cualquiera que le habla.
Narciso no solo rechazó a Eco, sino que su crueldad se manifestó también entre otras ninfas que se enamoraron de él. Una de esas ninfas, que había intentado ganar su amor sin lograrlo le suplicó a la diosa Hera que Narciso sintiera algún día lo que era amar sin ser correspondido y la diosa respondió favorablemente a su súplica.
Escondida en el bosque, había una fuente de agua cristalina. Tan clara y mansa era la fuente que parecía un espejo. Un día Narciso se acercó a beber y al ver su propia imagen reflejada pensó que era un espíritu del agua que habitaba en ese lugar. Quedó extasiado al ver ese rostro perfecto. Los rubios cabellos ondulados, el azul profundo de sus ojos y se enamoró perdidamente de esa imagen.
Deseó alejarse, pero la atracción que ejercía sobre él era tan fuerte que no lograba separase .Muy por el contrario deseó besarlo y abrazarlo con todas sus fuerzas. Se había enamorado de si mismo.
Desesperado, Narciso comenzó a hablarle:- ¿Por qué huyes de mí, hermoso espíritu de las aguas? Si sonrío, sonríes. Si estiro mis brazos hacia ti, tú también los estiras. No comprendo.
Todas las ninfas me aman, pero no quieres acercarte.- Mientras hablaba una lágrima cayó de sus ojos. La imagen reflejada se nubló y Narciso suplicó: -Te ruego que te quedes junto a mí. Ya que me resulta imposible tocarte, deja que te contemple.
Narciso continuó prendado de si mismo . Ni comía, ni bebía por no apartarse de la imagen que lo enamoraba hasta que terminó consumiéndose y murió.
Las ninfas quisieron darle sepultura, pero no encontraron el cuerpo en ninguna parte. En su lugar apareció una flor hermosa de hojas blancas que para conservar su recuerdo lleva el nombre de Narciso.

El tribunal del Hades


El Hades (o Inframundo) de la mitología griega era un reino en el sentido estricto del término. En éste había reyes, un palacio, leyes, tribunal, siervos, etc. Una suerte de plaza que limitaba, por un lado, con el Tártaro, lugar en donde las almas de los delincuentes e infractores estaban condenadas a sufrir, y por otro, con los Campos Elíseos, donde las buenas almas disfrutaban de la felicidad.
Las almas de los muertos eran transportadas por Tánatos (dios de la muerte), por su hermano Hipnos (dios del sueño), o por Hermes (mensajero de los dioses), descendiendo al Inframundo por las gargantas del río Estige, el cual desembocaba en el Aqueronte, río infernal que rodea el palacio de Hades. Las almas lo cruzaban en la barca de Caronte, y entraban al palacio por una puerta que vigilaba un gran perro de tres cabezas llamado Cerbero.
En el palacio se encontraba el tribunal compuesto por tres jueces, que enviaban a las almas por tres senderos según sus actos. El primer sendero se llegaba a la llanura de Asfódelo, donde se quedaban los mediocres. El otro dirigía a los Campos Elíseos, donde iban los afortunados, y el último, al Tártaro, lo más parecido a nuestra concepción cristiana de Infierno.
El tribunal administraba la justicia y juzgaba a los muertos. Los tres jueces eran:
- Minos: Hijo de Zeus y Europa, y rey de Creta, cuyo nombre era sinónimo de severidad a la hora de hacer cumplir las leyes. Su prudencia, sabiduría y equidad hicieron que una vez muerto mereciera las funciones de juez soberano de los infiernos. Se dice que se retiró durante 10 años a una cueva donde su padre Zeus le dictaba las leyes. Tenía un cetro en la mano y agitaba la urna fatal donde estaba encerrada la suerte de las almas.
- Eaco: Rey de Egina que se caracterizó por haber sido el más hábil y equitativo gobernante de su tiempo. Cuando una peste asoló a sus dominios, obtuvo de Zeus el favor de que las hormigas se convirtieran en hombres, y éstos, sus nuevos súbditos, fueron llamados por él Mirmidones. Debido a sus propios méritos llegó a ser otro de los jueces del tribunal.
- Radamante: También hijo de Zeus y Europa y, por lo tanto hermano de Minos. Habiendo reñido con éste, se retiró a Licia. Su espíritu dado a la equidad tuvo tal magnitud y trascendencia que, cuando los hombres de muchos reinos querían expresar una sentencia justa, aunque fuera severa, la llamaban Juicio de Radamanto.
Estos tres jueces fueron elegidos porque en vida habían gozado de una gran reputación, por ser honestos, generosos y justicieros.

El mito de Selene y Endimion


La luna siempre ha sido objeto de admiración. Su pálida belleza y su imponente presencia en el infinito inspiran a poetas y enamorados. En la mitología griega, Selene era la diosa de la luna, hermana de Helios, el sol, y de Eos, la aurora. Selene fue protagonista de muchas historias de amor, pero su romance con Endimión fue el más profundo y su más bonita leyenda de amor.
Endimión, también de origen divino y nieto de Zeus, era un pastor de Caria. Había ocupado el trono de Elida, pero luego de ser destronaron, busco refugió en el monte Larmos y se dedicó a al campo y a los astros, enamorándose de la luna, la única compañía además de su soledad.
Todas las noches, después de realizar sus tareas diarias, dormía profundamente dentro de la cueva que le servía de morada. Pero si el tiempo era bueno, se tumbaba desnudo junto a la puerta de la cueva a dormir al aire libre. Endimión contemplaba a Selene y su corazón se nutría de un amor silencioso, hasta caer dormido.
Selene no sabía nada del gran amor que había inspirado en el pastor, pero una noche bajó a la tierra, le vio dormido y desnudo y le amó. Desde entonces le visitó todas las noches, le encontró siempre dormido, y se recostó junto a él sin despertarle. Así, dormido él y ella despierta, se amaron por mucho tiempo.
La diosa ignoraba la fascinación del pastor hacia ella, y él tampoco sabía que durante sus sueños se volvía objeto de amor de la diosa. Hasta que una noche Endimión despertó en pleno amor y se enteró de que era el amante de la diosa. Ambos se confesaron su amor secreto y la felicidad los envolvió. Pero entonces entró un temor en él, ya que había pasado el tiempo y su cuerpo comenzaba a marchitarse. Le pidió a Selene que le concediera juventud eterna con su poder divino. Ella recurrió a Zeus y éste decidió que Endimión no sufriría el paso del tiempo mientras estuviese dormido; sólo envejecería durante la vigilia.
Endimión le hizo prometer a Selene que lo acompañase siempre con él durmiera. De ese modo, él no envejecería y siempre que se despertaría feliz. Pero entonces, cuando estuviese despierto, ella no estaría.
No se conoció ni explicó un final para ninguno de los dos. El mito hace creer que Selene y Endimión continúan amándose en silencio en algún rincón remoto de la tierra.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Psique y Eros


Psique y Eros protagonizan una de las historias más bellas de la mitología griega que cuenta sobre el misterio del amor. Psique era la menor de tres hermanas, hijas de un rey. Eran tan hermosa que los habitantes de su país dejaron de adorar a Afrodita para venerarla a ella. Sin embargo, y a diferencia de sus hermanas, aún no se había casado. La diosa, llena de celos por haber sido desplazada por una mortal, envió a su hijo Eros para que buscara a Psique y despertara en ella una gran pasión por el ser más monstruoso y cruel que encontrara. Pero en cuando éste vio a Psique, se hirió con una de sus propias flechas y se enamoró perdidamente de la jovenLa belleza de Psique inhibía a los hombres, y sus padres, preocupados porque su hija aún no había sido desposada, consultaron entonces al Oráculo de Apolo. Eros aprovechó para ingresar en éste y dar un falso mensaje: “A lo más alto la llevarás del monte, donde la desposará un ser ante el que tiembla el mismo Zeus”.
La novia fue engraciada con todo y pompas, y entrega a su incierto destino. En lo alto del monte, muerta de miedo, Psique observaba mientras el fúnebre cortejo nupcial se retiraba. Ella esperó ansiosa allí mucho tiempo, pero nadie se presentó. Empezó a declinar el día y Psique se sintió como transportada a través del aire y se desvaneció.
Cuando volvió en sí, se encontró en un palacio de ensueño, rodeado de un jardín maravilloso, pero nadie en él. Hasta que oyó un susurro aire que dijo: “Pide cuanto quieras y todos tus deseos serán satisfechos”. Psique pidió muchas cosas para probar a la desconocida voz: vestidos, joyas, instrumentos musicales, etc. Todo aparecía en seguida, pero aunque preguntara sobre la identidad de su protector, sólo conseguía la misma respuesta: “Tu esposo acudirá a verte cuando sea la hora”.
Entregada a la belleza del paisaje, la bella joven correteó por el jardín, admirada de todo, y, llegada la noche, cansada y esperanzada, entró en el palacio y pidió una luz. Pero esta vez no se le fue concedida. Tuvo que buscar la cama a tientas y acostarse en la oscuridad. Fue allí cuando el aire se convirtió en una voz suave: “Aquí está tu esposo, Psique. Ámame como yo te amo, por encima de todo, y no busques a nadie más. No puedo decirte mi nombre, ni puedes ver mi rostro. Pero, a pesar de todo, si me amas como yo a ti, seremos felices”. Y Psique se sintió maravillosamente amada en la oscuridad.
Esperó la primera luz del día para poder ver a su amante, pero poco antes del amanecer, cayó profundamente dormida, y al despertar con la luz del sol, se encontró sola otra vez en el palacio.
Así continuó muchas noches. Psique fue amada por el desconocido a quien no pudo ver el rostro, y durante los días, a la luz del sol, vagaba sola por el palacio y por los jardines. Todas las noches la joven pidió a su amado que se permitiera conocerlo, aunque sólo sea un instante, y todas las noches recibió la misma respuesta negativa. Hasta que una noche le pidió poder ver a su familia, a la cual echaba mucho de menos.
A llegar la luz del sol, despertó en el palacio de su padre y fue recibida con mucha alegría. Psique le comentó todo lo ocurrido y también que cualquier cosa que ella pedía le era concedida en seguida, excepto ver a su esposo, aunque se amaban profundamente. Entonces sus astutas hermanas le dieron una lámpara para que la encienda de noche mientras su amado dormía, así podría verle el rostro sin que él se enterase…

Al anochecer, Psique fue llevada otra vez por los aires al palacio del amor. Su amado acudió a la misma hora de todas las noches, pero ella fingió estar cansada y simuló dormirse, hasta que adivinó que él se había dormido de verdad. Entonces encendió la lámpara y vio que entre sus brazos tenía a Eros, al propio dios del amor, el amor mismo, bello y maravilloso. Absorta en la contemplación, no advirtió que había inclinado la lámpara y una gota de cera ardiente cayó sobre él, despertándolo. “¿Qué has hecho?”, gimió al ver la luz. “Sólo podíamos ser siempre felices si tú desconocías mi identidad. Ahora todo ha terminado. Sabes quién soy y no puedo permanecer a tu lado. Ni puedo quererte. ¡Adiós!”
Psique quiso retenerlo, pero fue inútil. El palacio desapareció, igual que el jardín. Vagó un tiempo, sola y entristecida, hasta que llegó a un templo de Afrodita y le pidió ayuda. Pero la diosa la recibió enojada por haber destrozado el corazón de su hijo Eros. Psique suplicó, pero esta no creyó en su amor, por lo que la puso a prueba. Primero le pidió agua de la Fuente de la Belleza, que custodiaba un dragón. Psique pasó la primer prueba.

Luego la diosa le pidió lana caliente, suave e invisible de las ovejas del monte Ados, animales gigantes con cuernos tremendos que atacaban a cualquiera que se les acercase, pero otra vez Psique lo consiguió. Cuando Afrodita notó que Psique realmente estaba dispuesta a todo por recuperar el amor de Eros, comenzó a tratarla con menos dureza, y le hizo la última prueba. La llevó a un granero lleno de granos mezclados de trigo, maíz y mijo y le pidió que separase las tres semillas en tres montones distintos. La labor debía estar terminada en una sola noche. Psique trabajó sin desfallecer, pasó la noche y cuando faltaba poco para el día, había cumplido ni la centésima parte de la tarea. Pero ella siguió sin descanso. Afrodita la observó, invisible, y al ver su fe comprendió que su amor era auténtico. Llamó a todas las hormigas de la tierra para que la ayudasen y así Psique lo logró.
Afrodita aceptó entonces que el amor de Psique por Eros era un verdadero amor, pero todavía exigía de ella que se unja con la esencia de la inmortalidad que guardaba Perséfone, la diosa del Hades, ciudad de los muertos. Psique consiguió llegar hasta ésta, pero a cambió la diosa le pide su voz. La joven acepta y recibe una cajita de oro que debía abrir una vez que estuviese en la tierra. Al llega, abrió la cajita y sólo una columnita de humo salió, que se dispersó con el viento. Psique se creyó engañada, quiso llamar a Eros, a sus padres y a sus hermanas, pero no tenía voz, entonces rompió en llanto.
Eros vagaba por la tierra entristecido, cuando oyó el llanto, lo siguió y llegó hasta Psique. La vio tan arrepentida y enamorada, que le infundió un sueño reparador y, así dormida, la llevó hasta el Olimpo para presentársela a Zeus y pedirle piedad para los dos. Zeus consultó con Afrodita, que ya la había perdonado, y Psique recuperó la voz al mismo tiempo que consiguió la inmortalidad. Desde entonces, reside en el Elíseo con los otros dioses, siempre en compañía de Eros. Y si alguna vez bajan a la tierra, van siempre juntos los dos, y así, los dos a la vez, es como influyen en la vida de los hombres.
La historia de Eros y Psique es larga y en algunas versiones se complica más aún. Pero en todos los casos, el mito nos dice que el amor exige, para su permanencia, cierta ignorancia de la verdadera personalidad de la persona amada. El amor no debe ser analizado; es siempre amor, es bueno y hace felices a los que no quieran saber quién es ni cómo es exactamente.

Fineo y las Arpías


Las Arpías (o Harpías) son genios de la tempestad, monstruos dañinos con forma de ave, cabeza de mujer y afiladas garras. Descienden desde las nubes emitiendo un chillido horrible, solo precedidas por una repentina ráfaga de viento o un relámpago, más rápidas que el viento del Oeste. Son los mastines de Zeus, siempre preparadas para el rapto y el robo.
Hay dos Arpías (aunque algunos autores añaden una tercera), hijas de Taumante y la ninfa del océano Electra. Sus nombres varían, aunque por lo general se trata de términos significativos que hacen referencia a sus habilidades: Aelo (vendaval), Nicótoe (victoriosa corredora), Ocípete (ala suave)… La leyenda más difundida acerca de estos seres cuenta cómo le amargaban la vida a un rey de Tracia llamado Fineo.
A Fineo, que había aprendido del dios Apolo el secreto de la profecía, Zeus le envió las Arpías como castigo por revelar misterios divinos. Cada vez que Fineo se disponía a comer, ellas se dejaban caer desde el cielo y le arrebataban del plato los manjares, dejando tan solo unas migajas, las suficientes como para que el rey sobreviviese durante otro día más de tormento.
La casual llegada de los Argonautas a su reino permitió a Fieno deshacerse de las Arpías, ya que estos accedieron a librarle de ellas a cambio de conocer el camino que debían seguir.
Se preparó como cebo un gran banquete que fue dispuesto frente al rey. En cuanto las Arpías aparecieron por el aire, dos de los argonautas, los hijos de Boreas, Zetes y Calais, quienes también tenían alas, desenvainaron sus espadas y salieron en persecución de los monstruos. Estaba escrito en el Destino que o las Arpías perecían a manos de los Boreadas o estos morirían en su caza.
La historia tiene varios finales…
Según una versión, los hermanos sucumbieron en el intento de acabar con las pérfidas aves, otra cuenta que lograron alcanzarlas: la primera cayó derribada en un río llamado desde entonces Harpís.
La segunda llegó a las islas Estrofíades o islas del Regreso, pero murió agotada por el esfuerzo realizado, al igual que su perseguidor.
Una tercera versión afirma que el dios Iris intercedió a favor de las Arpías cuando estaban a punto de ser alcanzadas, pues a fin de cuentas eran servidoras de Zeus. Para salvar su vida, estas prometieron dejar en paz a Fineo. Desde entonces se esconden en una oscura caverna de Creta.

Apolo,dios griego


Según la mitología griega, Apolo (al que los romanos llamaron Febo), era fruto de la unión entre Zeus y Leto, hija de un titán. Hermano mellizo de Artemisa, diosa virgen y cazadora, era joven y apuesto y está representado por la imagen de un muchacho imberbe cuya frente está adornada con una corona de laurel y en cuyas manos se encuentra una lira (que le fue regalada por Hermes) o una cítara.
Subido en el carro dorado del Sol, que era tirado por cuatro espléndidos caballos blancos, recorría el cielo. Por ello, también se le asocia, incluso se le considera, como dios del Sol. Sin embargo, pesar de su juventud, belleza y majestuosidad, Apolo no fue afortunado en el amor.
El dios Apolo era un gran defensor de la música y de la poesía, y solía aparecer acompañado de las Musas, y también del deporte y de la ganadería (luego descubrirás que fue pastor en su época de destierro entre los mortales). Además, Apolo poseía el don de transmitir el don de la clarividencia a otros, y así hizo con Casandra. También se le atribuía el poder de curar, aunque fue su hijo, Asclepio, el que fue considerado como dios de la medicina.
Aparte de por ser uno de los descendientes directos del gran Zeus, Apolo, dios de la profecía, es conocido por los famosos y transitados oráculos que en su nombre funcionaban en la Antigua Grecia. Oráculos como el del Delfos, que es el que más relevancia ha conseguido a lo largo de la Historia. Por cierto, se convirtió en dios de este santuario situado en las montañas del Parnaso tras matar a Pitón, serpiente temida y legendaria.

Apolo fue considerado un dios equilibrado y templado en ocasiones, pero en otras se manifestó como tiránico y despiado, como cuando convirtió a Dafne, una ninfa, en árbol, tras enamorarse de ella cuando lo alcanzó una flecha de Eros, el dios del amor. Ella lo rechazó y él la castigó de esta manera. También se cuenta que violó a Creusa, hija de Erecteo, rey de Atenas, dejándola embarazada. Tiempo después ésta abandonaría al hijo nacido, Ion, en el templo de Delfos sin que Apolo supiera que era el padre (dato curioso teniendo en cuenta su elogiado poder de clarividencia).
Un suceso importante terrible en la historia de Apolo vino marcado por su progenitor, Zeus. Este ordenó a unos cíclopes que acabaran con la vida del hijo del bello dios, Asclepio, y así lo hicieron. Enterado Apolo, e inmenso en una ira descontrolada, mató a su vez a los cíclopes. Entonces Zeus intervino de nuevo y desterró a Apolo al mundo de los mortales, en donde tuvo que vivir como uno de ellos, sufriendo de todo cuanto sufrían ellos. Fue en este periodo cuando trabajó como pastor para Admeto, el por entonces rey de Tesalia, y se convirtió en defensor del ganado.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Sísifo,el eterno trabajador


Muchas veces la astucia del hombre ha intentado superar a la de los dioses, pero tarde o temprano, éstos lo advierten y el castigo puede ser terrible. Tal es el caso de Sísifo, cuyo mito hoy en día parece tener más vigencia que en la antigüedad.
En la mitología griega, Sísifo fue fundador y rey de Corinto, conocido como promotor de la navegación y el comercio, pero también avaro, mentiroso, ladrón y sobre todas las cosas, muy pero muy astuto. Tan asusto era que cuando Tánatos (la Muerte) fue a buscarlo, este le colocó grilletes y provocando entonces que nadie pudiera morir hasta que Ares lo liberó y puso a Sísifo bajo su custodia.
Pero antes de morir Sísifo le pidió a su esposa que cuando él se marchase, no ofreciera el sacrificio habitual a los muertos. Una vez en el Inframundo, él se quejó de que su esposa no estaba cumpliendo con sus deberes y convenció a Hades para que le permitiese volver al mundo y así disuadirla. Hades se lo permitió, y al regresar a Corinto, Sísifo rehusó volver al mundo de los muertos, hasta que tuvo que ser doblegado por el dios Hermes.
Como castigo por engañar a los dioses, en el Inframundo Sísifo fue obligado a empujar una enorme roca cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de alcanzar la cima, la piedra siempre rodaba hacia abajo, y éste tenía que empezar de nuevo su labor; y así, por los siglos de los siglos.
Por cierto, este desdichado destino de Sísifo se puede encontrar en La Odisea de Homero, aunque el motivo preciso de este castigo no es mencionado por el autor, pero sí es obvio que reside en su afán por engatusar a los dioses. Vaya castigo irónico: Sísifo no quería morir y una vez muerto, jamás descansará en paz.
Otras versiones dicen que su castigo se lo ganó por haber revelado los designios de los dioses a los mortales, o por su hábito de atacar y asesinar viajeros. Lo interesante es que el mito de Sísifo fue frecuente en los escritores antiguos, y fue representado por el pintor Polignoto, y alcanzó su auge en la modernidad gracias a Albert Camus, en su extenso ensayo El mito de Sísifo, en el que discute la cuestión del suicidio y el valor de la vida y plantea la filosofía del absurdo. El mito se presenta como metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre moderno de la era industrial, que consume su vida en fábricas y oficinas en un proceso deshumanizado.

Moiras,tambien conocidas como las parcas


Siempre que nacía un niño o una niña, las Moiras estaban presentes para asignarle su cuota de vida, de felicidad y de tristeza. Su destino quedaba fijado desde aquel momento, y difícilmente podría escapar a él.
Según la mayor parte de los autores, las Moiras (llamadas Parcas por los romanos) sumaban tres, y eran hijas de Érebo y la Noche. Se las conocía con los nombres de Cloto, Láquesis y Átropo. La primera hilaba el hilo de la vida, que era medido por la segunda y cortado por la tercera, acto con el cual la existencia del sujeto llegaba a su fin. Se las representaba habitualmente vestidas de blanco, viejas y solemnes, acompañadas por sus instrumentos: el huso, la vara de medir y las tijeras.
Las Moiras eran a la vez diosas de la vida y de la muerte. Al conocer el destino de los hombres conocían su futuro, por lo que se les atribuía también la capacidad de hacer profecías, al igual que al dios Apolo.
Además de establecer el destino de cada cual, se encargaban de que se cumpliese. Y en esto resultaban implacables. Cuando un asesinato no previsto truncaba el plan divino, enviaban a las temibles Erinias a castigar al agresor, y en algunas ocasiones podían llegar a restituir la vida al difunto. Un caso especial fue el de Admetos, a quien Apolo consiguió que le concediesen el privilegio de ser librado de la muerte una vez llegara su hora (siempre que algún voluntario ocupase su puesto). Algunos dicen que el dios obtuvo este favor de las Moiras tras emborracharlas.
Aunque, en principio, lo decretado por las Moiras era inflexible, Homero, sin embargo, consideraba que Zeus tenía potestad para salvar a alguien en el último momento si así lo deseaba, y que los hombres podían hasta cierto punto huir de sus designios, con tal de evitar determinadas situaciones. Después de todo, las Moiras no podían intervenir en la vida de los humanos de forma directa sino provocando causas intermedias.
No obstante, la idea generalizada consistía en que ni siquiera los dioses escapaban a las leyes del destino. Las Moiras también los acompañaban a ellos en su nacimiento, momento en el cual les asignaban una función y, a veces, incluso las tierras o países a los que estarían asociados como patronos. Hasta el mismo Zeus se encontraba sujeto a ellas, como él propio dios confesó a la Pitia de Delfos en un oráculo

Jasón y Medea,en busca del vellocino de oro


Yolco, en la Antigua Grecia, era gobernado por Esón hasta que un día cayó derrocado por Pelias, su propio hermano. Fue entonces cuando su hijo Jasón, que juró venganza, fue llevado hasta el monte Pelión para completar su educación bajo la estricta mirada de Quirón, el Centauro.
Cuando ya se había convertido en un hombre, volvió a Yolco ansioso por cumplir aquello que siendo un niño había prometido. Durante el viaje, perdió una sandalia cuando ayudó a una anciana a cruzar un río. Cuentan, por otra parte, que su amabilidad se vio recompensada pues la anciana no era otra que la diosa Atenea, la cual, y a partir de ese momento, le concedió sus favores.
La cuestión es que al llegar de nuevo a su patria, se presentó ante su tío traidor con un pie descalzo para exigirle la restitución de su herencia. Y esto turbó a Pelias, aunque aparentemente no lo demostró, ya que una de las profecías del oráculo le había avisado del peligro que llegaría hasta él en el cuerpo de un hombre que caminaba sobre una sola sandalia.
Entonces Pelias decidió que tenía que enviarlo lejos. Y lo consiguió dando su palabra de devolverle su reino si Jasón era capaz de traer, ante él, el vellocino de oro, vellocino que Hermes había enviado a Frixio y Hele, hijos de Atamante, (rey de Beocia y también tío de Jasón), para poner sus vidas a salvo.
Jasón aceptó sin dudarlo y partió hacia el bosque de Colcos, en donde un terrible dragón custodiaba un territorio que estaba consagrado a Ares, dios de la guerra. Su primer paso fue ir hasta Argos, el carpintero, al que pidió que construyera una nave que flotara sobre el agua. Tan bien hizo Argos su trabajo que la nave recibió su nombre y se convirtió, según cuenta la leyenda, en el primer barco de la historia.Escogió entonces Jasón a los que habrían de acompañarle en la travesía de entre los más heróicos guerreros. Los elegidos fueron cincuenta en número y, a partir de ese momento, fueron conocidos como Los Argonautas. Entre ellos hay quien asegura que se encontraban nombres ya legendarios en la mitología como el propio Argos, Heracles, Asclepio, Orfeo o Atalanta, la única mujer de toda la tripulación.
Muchas fueron las aventuras que vivieron Jasón y los Argonautas, (en la isla de Lemnos, en el Cícico o luchando contra las Harpías o evitando a las Sirenas, pero todo esto lo contaremos otro día), hasta que llegó a la Cólquide, lugar en el que el Rey Aestes tendría que entregarle el ansiado vellocino. Ahora bien, Aestes no quería ceder tan fácilmente y dijo a Jasón que, antes de lograr su objetivo, tendría que domar a unos bueyes muy peculiares de pezuñas de bronce. Su misión era sembrar, tras haber arado con ellos, los dientes del dragón de nombre Cadmo, el que fuera en su día fundador de la ciudad de Tebas.
Pero Medea, hija del rey, se enamoró del apuesto Jasón nada más verlo y le prometió ayudarlo en secreto, siempre bajo la condición de que la llevara con él a su reino y la convirtiera en su esposa. Jasón aceptó y, gracias a la magia de la joven, superó con éxito la prueba impuesta. Cuentan que no sólo le entregó un ungüento que aplacaba la voluntad de los bueyes, sino que también enseñó a Jasón como despistar a los soldados que surgían de la tierra cada vez que un diente de dragón caía sobre ella, (en realidad sólo se trataba de lanzar una piedra lejos y distraer así su atención).

Pero Aestes no quería entregar el vellocino y planeó acabar con Jasón. Claro que no contaba con que su propia hija lo delataría y ayudaría al héroe a vencer al dragón, (Medea lo hizo caer en un profundo sueño), que cuidaba del tesoro antes de que su padre pudiera poner en marcha su plan.
Ya de vuelta en Yolco, Medea consiguió convencer a las hijas de Pelias de que podría hacer regresar la juventud al cuerpo del rey. Pero para ello, les dijo, era necesario realizar sobre él un hechizo y luego desmembrar su cuerpo. Luego no habría sino que poner al fuego cada pedazo durante largas horas.
Pero el final no fue el esperado, cuenta la mitología, por Jasón y su amada Medea. El pueblo de Yolco se horrorizó ante tal brutalidad y los echó de la ciudad. Entonces tuvieron que partir hacia Corinto y olvidarse para siempre de la posibilidad de reinar en Yolco.
Pero ahí no acaba la historia… Jasón y Medea tuvieron dos hijos en Corinto, pero la unión no duró mucho y Jasón terminó dejándola para casarse con la hija del rey de Corinto, de nombre Glauca. Medea, presa de la furia más intensa, terminó con la vida de la segunda esposa de su amado.
En la foto de arriba a la izquierda se puede ver a Jasón con el vellocino de oro.

El rapto de Europa


Jugaba un día la bella princesa fenicia Europa, hija de los reyes de Tiro Agenor y Telefasa, en el prado junto a otras jóvenes de la región. Admiraban entre risas a los espléndidos toros del padre de la princesa, la cual poseía tal hermosura que era motivo constante de disputa tanto entre los mortales como entre los dioses que alguna vez se habían deleitado con su presencia.
Pero he aquí que uno de los toros, sin duda el de mayor magnífico de todos gracias a su deslumbrante color blanco, se separó del resto y se acercó a Europa, postrándose incluso ante ella. La joven, que primero se asustó, poco a poco fue sintiéndose halagada y comenzó a acariciar a la noble bestia. Momentos más tarde se hallaba sentada sobre su lomo mientras disfrutaba llena de confianza. Claro que no sabía lo que ocurriría después…
De repente el toro se lanzó a una carrera desenfrenada y saltó al mar desde el acantilado, llevándose consigo a una Europa presa del pánico. No entendía qué ocurría, no sabía qué había podido pasar, desconocía que realmente ese toro blanco no era otro que Zeus, el dios, que, loco de deseo por ella tras verla la primera vez, había urdido un plan para que ella no pudiera rechazarlo como había hecho con el resto de sus pretendientes.
Todas estas preguntas hallaron respuesta una vez que alcanzaron la isla de Creta. Allí Zeus adquirió de nuevo forma de hombre y poseyó a Europa cerca de la Fuente de Gortina, concretamente bajo un árbol que aún hoy existe y que daba plátanos como fruto, (se dice que por eso desde entonces sus hojas siempre permanecen verdes). Del encuentro entre Europa y Zeus nacieron tres hijos, los cuales tuvieron por nombres el de Sarpidón, Radamantes y Minos (futuro rey de Creta y carcelero del temido Minotauro).
Pero el dios, que tenía que regresar al Olimpo, no quiso ser del todo injusto con la joven y le hizo tres regalos valiosos: Un autómata de nombre Talo que le serviría para vigilar la costa de la isla, un perro que era siempre certero con sus objetivos de caza y una jabalina que siempre daba en el blanco. Además concertó su matrimonio con el Rey de Creta, Asterión, el cual incluso adoptó a los vástagos de Zeus como suyos.
Cuenta la leyenda que, entretanto, el padre de Europa, desesperado, caminó y caminó por todos los caminos llamando a su hija: - ¡Europa!, ¡Europa!- sin hallar nunca contestación. Y que los habitantes de esos otros lugares por los que iba pasando terminaron llamando así al continente.
Cuenta también que, tras la muerte de Europa, en su honor Zeus convirtió en constelación a la forma de toro gracias a la cual había podido raptar a la princesa, incluyéndose desde ese momento entre los signos del zodiaco.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Mitología griega


La mitología griega es el cuerpo de mitos y leyendas pertenecientes a los antiguos griegos que tratan de sus dioses y héroes, la naturaleza del mundo y los orígenes y significado de sus propios cultos y prácticas rituales. Formaban parte de la religión de la Antigua Grecia. Los investigadores modernos acudieron a los mitos y los estudiaron en un intento por arrojar luz sobre las instituciones religiosas y políticas de la Antigua Grecia y, en general, sobre la antigua civilización griega, así como para entender mejor la naturaleza de la propia creación de los mitos.
La mitología griega consiste explícitamente en una extensa colección de relatos e implícitamente en artes figurativos, como cerámica pintada y ofrendas votivas. Los mitos griegos explican los orígenes del mundo y detallan las vidas y aventuras de una amplia variedad de dioses, héroes y otras criaturas mitológicas. Estos relatos fueron originalmente difundidos en una tradición poética oral, si bien actualmente los mitos se conocen principalmente gracias a la literatura griega.


Los hallazgos arqueológicos son una fuente principal de detalles sobre la mitología griega, con dioses y héroes presentes prominentemente en la decoración de muchos objetos. Diseños geométricos sobre cerámica del siglo VII a.C.representan escenas del ciclo troyano, así como aventuras de Heracles. En los subsiguientes periodos arcaico, clásico y helenístico aparecen escenas mitológicas homéricas y de otras varias fuentes para complementar la evidencia literaria existente.
La mitología griega ha ejercido una amplia influencia sobre la cultura, el arte y la literatura de la civilización occidental y sigue siendo parte del patrimonio y lenguaje cultural occidentales. Poetas y artistas han hallado inspiración en ella desde las épocas antiguas hasta la actualidad y han descubierto significado y relevancia contemporáneos en los temas mitológicos clásicos.


La edad de los dioses
Cosmogonía y cosmología

Los «mitos de origen» o «mitos de creación» representan un intento por hacer comprensible el universo en términos humanos y explicar el origen del mundo. La versión más ampliamente aceptada hoy, aunque es un relato filosófico del comienzo de las cosas, es la recogida por Hesíodoen su Teogonía. Empieza con el Caos, un profundo vacío. De éste emergió Gea(la Tierra) y algunos otros seres divinos primordiales: Eros (Amor), el Abismo(Tártaro) y el Érebo. Sin ayuda masculina, Gea dio a luz a Urano(el Cielo), que entonces la fertilizó. De esta unión nacieron primero los Titanes (Océano, Cleo, Crío, Hiperión, Jápeto, Tea, Rea, Temis, Mnemósine, Febe, Tetis y Crono), luego los Cíclopes de un solo ojo y los Hecatónquiros o Centimanos. Crono («el más joven, de mente retorcida, el más terrible de los hijos [de Gea]»)castró a su padre y se convirtió en el gobernante de los dioses con su hermana y esposa Rea como consorte y los otros Titanes como su corte.
El tema de conflicto padre-hijo se repitió cuando Crono se enfrentó con su hijo, Zeus. Tras haber traicionado a su padre, Crono temía que su descendencia hiciera lo mismo, por lo que cada vez que Rea daba a luz un hijo, él lo secuestraba y se los tragaba. Rea lo odiaba y le engañó escondiendo a Zeus y envolviendo una piedra en pañales, que Crono se tragó. Cuando Zeus creció, dio a su padre una droga que le obligó a vomitar a sus hermanos y a la piedra, que habían permanecido en el estómago de Crono todo el tiempo. Entonces Zeus luchó contra él por el trono de los dioses. Al final, con la ayuda de los Cíclopes (a quienes liberó del Tártaro), Zeus y sus hermanos lograron la victoria, condenando a Crono y los Titanes a prisión en el Tártaro.
Zeus sufrió la misma preocupación y, después de que fuera profetizado que su primera esposa Metis daría a luz un dios «más gran que él», se la tragó. Sin embargo Metis ya estaba encinta de Atenea y esto le entristeció hasta que ésta brotó de su cabeza, adulta y vestida para la guerra. Este «renacimiento» de Atenea fue usado como excusa para explicar por qué no fue derrocado por la siguiente generación de dioses, al tiempo que explica su presencia. Es probable que los cambios culturales ya en progreso absorbieran el arraigado culto local de Atenea en Atenas dentro del cambiante panteón olímpico sin conflicto porque no podía ser derrocado